Los puntos ciegos son muy conocidos en el ámbito de quienes manejamos cualquier tipo de vehículo; los podemos definir como aquellas zonas que están por fuera del rango de visión de los conductores y que pueden convertirse en zonas de riesgo; es por esto que los he tomado como referencia para entender aquellos vacíos que tenemos al comunicarnos y que podemos llamar puntos ciegos, aunque no estemos hablando precisamente de la visión.
La comunicación nace de la necesidad del ser humano de transmitir las situaciones vividas con sus impresiones, sentimientos y emociones, sin embargo cuando lo hacemos nos falta precisión en nuestros relatos lo que conlleva a que se generen vacíos que al igual que los puntos ciegos en la conducción, se pueden convertir en zona de riesgo.
En la comunicación, esta zona de riesgo se puede mitigar en dos momentos: en la transmisión y en la recepción del mensaje.
En este artículo me voy a enfocar en como evitar el riesgo ocasionado en el momento de la recepción del mensaje, es decir, en la escucha.
El peligro que representan los vacíos en los mensajes transmitidos por otros es que nuestro cerebro no permite que nos quedemos con una versión incompleta de éste y tiene la necesidad de completarla para darle sentido, por lo que llenamos estas brechas de información con suposiciones y juicios que son creados de acuerdo con nuestras propias creencias, experiencias, paradigmas y pronósticos y que pueden distar con la realidad de lo que nos están queriendo transmitir. Lo que hagamos con una versión "falsa" de un mensaje que hayamos recibido puede llevar a malos entendidos, soluciones pobres o incorrectas, incumplimiento de expectativas y muchos otros problemas.
La primera acción para mitigar cualquier riesgo es tener la consciencia de que existe el riesgo y si llegaste hasta acá en la lectura, espero que ésta se haya generado al leer los primeros párrafos de esta entrada; la segunda acción es identificar acciones que nos ayuden a mitigarlos, para lo cual a continuación les explicaré la forma más simple de hacerlo y la tercera acción es poner ésta en práctica.
La indagación
La indagación es una estrategia para obtener información a través de preguntas que lleven a comprender el mensaje que nos está siendo transmitido; por lo tanto se convierte en una aliada de la escucha activa, del aprendizaje continuo y de la resolución de problemas.
La indagación nos ayuda a cerrar los vacíos en el relato que estamos escuchando con la versión de quien lo está emitiendo, sin que intervengan nuestros propios juicios o suposiciones. La indagación es tan poderosa que también ayuda a nuestro interlocutor a validar su mensaje, porque las lagunas, los juicios y las suposiciones pueden venir incluso desde éste.
Una correcta indagación está basada en preguntas abiertas y positivas, ya que a través de éstas invitamos a nuestro interlocutor a ser más explicativo y específico, obteniendo datos, ideas o soluciones que no se ven a simple vista y cerrando las brechas de información que tengamos.
Cuando hacemos preguntas abiertas dejamos de un lado nuestros juicios, paradigmas y suposiciones y generamos conversaciones tranquilas, amenas y constructivas, mientras que con las preguntas cerradas generamos conversaciones apagadas, aburridas y pesadas.
3 Factores claves para tener en cuenta en el arte de la indagación
Manejo de los silencios: Cuando estés escuchando a alguien, deja que tu interlocutor termine todo su relato antes de emitir preguntas, consejos o soluciones. Así mismo, cuando le realices una pregunta abierta ten en cuenta que este tipo de preguntas en ocasiones conlleva a conversaciones internas en tu interlocutor, así que dale tiempo para que responda, sin interrumpir el silencio mientras está organizando sus pensamientos.
Las preguntas cerradas también son válidas, solo que debes realizarlas de forma positiva y con contexto. Cuando preguntas en negativo, la respuesta puede ser confusa y llevar a malos entendidos, por ejemplo ¿No tienes café?. Si la respuesta es si, puede significar "Si, si tengo café" o "Si, no tengo café". Adicionalmente, si lanzamos una pregunta cerrada sin contexto nos podemos quedar cortos con la respuesta que nos dan.
Evita las preguntas que inician con ¿Por qué? puesto que este tipo de preguntas genera la sensación de que estamos pidiendo alguna justificación por lo general, de algo que creemos que no está correcto. El ¿Por qué? se puede cambiar por ¿Para qué? lo que genera la sensación de interés sobre alguna acción que te está contando la otra persona.
Aunque hacer preguntas abiertas es más fácil que hacer preguntas cerradas, pues estas requieren estructurar una teoría, juicio o suposición que tenemos, la realidad es que en la práctica tendemos a hacer más preguntas cerradas que abiertas, sin embargo, cómo todo hábito, esto puede cambiar y al hacerlo notarás una gran diferencia en la forma de entender el mundo. Solo debes aprenderte 5 inicios de preguntas abiertas y podrás empezar a dominar el arte de la indagación: ¿Cómo? ¿Qué? ¿Para qué? ¿Cuál? ¿A qué te refieres con?
¡Empieza a practicar!
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