Una vez reconozcamos el poder que tienen nuestras palabras y seamos conscientes de que ese poder no se pierde una vez salgan de nosotros, cambiará nuestra forma de comunicarnos.
Es tanto el poder de las palabras que éstas se pueden utilizar como herramientas, para conseguir lo que nos proponemos e influir sobre los demás; podemos ofrecerlas como regalos con un valor inimaginable y como armas, que pueden llegar a causar mucho dolor e incluso, algunas veces, daños irreparables.
Cuando hablamos de regalos, existen innumerables tipos. En esta entrada, quiero resaltar cuatro: los costosos, los valiosos, los delicados y los íntimos.
No es lo mismo un regalo costoso a uno valioso. El costo se refiere al precio que tuvo que pagar quien da el regalo y el valor es el significado que tiene para quien lo recibe. Podemos gastarnos mucho dinero en un regalo pero si no es de utilidad o del gusto de quien lo recibe no es un regalo valioso. Si le regalamos un reloj muy fino y por ende costoso, a quien no le gusta usar reloj, el valor del regalo es casi nulo. Un halago, felicitación, agradecimiento, consuelo e incluso una sugerencia y una corrección, se convierten en un obsequio muy valioso para la persona que los recibe, siempre y cuando utilicemos las palabras acertadas, en el momento indicado y expresadas de la forma adecuada.
Las retroalimentaciones son regalos muy costosos y frágiles. Para nadie debería ser fácil corregir a alguien. Son regalos a los que hay que darles un tratamiento especial. Si estamos regalando un jarrón de cristal, por más valor que pueda tener, si se quiebra antes o durante la entrega no tendrá el mismo valor e incluso puede llegar a hacer daño a quien lo recibe. Cuando estemos dando este tipo de regalo debemos ser más cuidadosos en su entrega. Así mismo, cuando recibamos este tipo de regalos, reconozcamos el costo que tuvo para la persona que nos lo está obsequiando y démosle el valor apropiado, incluso, si por alguna razón, el jarrón llega a nuestras manos roto.
La sugerencias, consejos, recomendaciones son también regalos delicados. Tendemos a darlos con mucha facilidad sin percatarnos si realmente son válidos. Cuando regalamos un libro a quien lee mucho podemos correr el riesgo de que ya lo haya leído. Una sugerencia o un consejo no pedido pierde todo valor. Si alguien nos está hablando esforcémonos más en entender que en opinar. Entendiendo lo que nos están diciendo, comprenderemos fácilmente si nos están pidiendo o no un consejo, una sugerencia, una opinión o si simplemente nuestro silencio tendrá mucho más valor que cualquier cosa que digamos.
El último tipo de regalo del que quiero hablar son los íntimos. Estos pueden ser muy valiosos, pero al ser entregados en público pierden todo su encanto. Es clave determinar si lo que queremos expresar es un mensaje exclusivo para una persona y si es así, lo indicado es hacerlo en un momento reservado.
Un regalo es valioso tanto para el que lo da como el que lo recibe. Son dos acciones simples que traen felicidad a nuestro diario vivir. Nuestras palabras son verdaderos regalos que podemos ofrecer para transformar vidas. Aprendamos a ser más generosos con este tipo de regalos.
También aprendamos a recibirlos y darles el valor que se merecen. La disposición en el momento de recibir un regalo hará la diferencia. Abramos el corazón para escuchar y pongámonos en “modo gratitud” para valorar lo recibido, sea lo que sea. Todo mensaje que nos llega tiene algo que podemos usar, incluso aquellos en que nuestro emisor no lo haya hecho de la mejor forma. Depende solo de nosotros de verlo como un regalo y de sacarle su mejor provecho.
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