Las conexiones invisibles son lazos que vamos creando con las otras personas, las cuales se van formando con el tiempo cuando compartimos un mismo entorno. Nos ayudan a sentir emociones mutuas e inferir y compartir sentimientos convirtiéndonos así, los unos y los otros, en compañeros de viaje.
Las primeras conexiones que vamos creando es con nuestra familia, biológica o de crianza, a pesar de cualquier circunstancia en las que hayamos nacido. A medida que vamos creciendo empezamos a conocer un sin número de personas, algunas que pasan fugazmente por nuestra vida y otras con las cuales tenemos una relación más fuerte. Algunas relaciones pueden llegar a ser más intensas que otras, por lo que empezamos a crear estas conexiones invisibles de diferentes tipos con diferentes personas. Podrías recordar a alguien con quien no hablas hace muchos años pero con el que lograste una conexión tan fuerte que si te lo encuentras es como si no hubiera pasado el tiempo. Así mismo, puede que alguien te mencione un compañero del colegio con el que compartiste el mismo entorno por 12 años y ni siquiera recuerdes su cara.
Estos lazos, cuando son fuertes, nos permiten entender y escuchar al otro incluso cuando no nos está hablando. Gracias a éstas conexiones somos capaces de comprender que motiva a la otra persona y que le desagrada, ayudándonos a enfocar nuestras acciones en pro de nuestros compañeros de viaje. Son las que nos ayudan a complementarnos para lograr una vida más satisfactoria. Entre más conexiones fuertes tengamos, más felices y resilientes seremos, puesto que tendremos con quien compartir nuestras alegrías y no estaremos solos para enfrentar cualquier adversidad que se nos presente. Las familias unidas son un gran ejemplo de esto.
Sin embargo, entre tantas cosas que hacer y lograr en nuestro existir, se nos olvida cuidar estas conexiones llevando a que éstas se vayan perdiendo. Incluso relaciones tan fuertes como la de padres e hijos o hermanos pueden desaperecer. A veces en nuestro egoísmo y nuestra búsqueda de lo que mal llamamos éxito, dejamos por fuera a aquellos compañeros de aventura que podrían aportar a hacernos más fácil y divertido el camino. Se nos olvida que lo más importante es disfrutar el recorrido que llegar a la cima, porque de nada sirve llegar solo.
La única forma de consolidar estas conexiones invisibles es compartiendo espacios para reconocernos y reconocer a los demás. Estos espacios se traducen en experiencias, es por eso que las personas que han vivido alguna experiencia traumática, mantienen una conexión indescriptible, incluso si no se conocían desde antes de dicha experiencia, sin embargo no es necesario tener una experiencia muy fuerte para lograrlo, sino que cada experiencia, por más pequeña que sea, aporta en el fortalecimiento de nuestras conexiones con las otras personas, desde compartir un café, pasar el rato alrededor de un juego de mesa o hasta pertenecer a un equipo o hacer un viaje largo. Toda experiencia es válida, siempre y cuando seamos nosotros mismos y estemos presentes de mente y corazón más allá que de forma física. No hay mejor regalo para una persona que el disfrutar experiencias juntos, por eso busquemos esos espacios con nuestros compañeros de viaje, al fin y al cabo estamos viajando juntos. Y no se te olviden aquellos que fueron en algún momento parte de tu vida. Puede que ya no compartan el mismo viaje sin embargo pueden seguir compartiendo alegrías de vez en cuando y por que no, se pueden volver nuevamente compañeros de aventura en algunos trayectos.
A cierta ciencia no sabemos de cuánto más tiempo sea nuestro viaje, por eso esmerarnos en cuidar y afianzar las conexiones que tenemos con nuestros compañeros de ésta travesía, es lo más importante que tenemos y es el único camino para lograr el éxito que tanto buscamos.
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