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Foto del escritorSara Munevar

El que madruga, tiene sueño todo el día

Existe en nuestra cultura, un gran paradigma o creencia que relaciona el levantarse temprano con el éxito. Con el boom de las redes sociales es aún más evidente, pues existen muchas publicaciones que incluyen la práctica de levantarse temprano o madrugar, como uno de los “hábitos” de las personas exitosas. Incluso muchas veces tienen la osadía de asegurar que los grandes genios fueron exitosos porque tenían el hábito de madrugar. Seguramente algunas veces madrugaban, otras trasnochaban e incluso habría días que no dormían. ¿Entonces porqué relacionar el éxito solo con levantarse temprano y no con la práctica de acostarse tarde? ¿Acaso no ven que el éxito está relacionado al trabajo productivo independientemente de la hora en que ese trabajo productivo se dé?


En mi caso particular, llevo más de 40 años viviendo (o sufriendo) bajo este supuesto, porque la sociedad así me lo exige, sin embargo, en ninguna de las etapas de mi vida, mi productividad, creatividad, ni capacidad de aprendizaje, se han dado en las primeras horas del día. Al madrugar, quien se levanta temprano es mi cuerpo más no mis neuronas. Generalmente tengo unas 4 horas en la mañana en las que estoy despierta pero mis pensamientos no fluyen de la mejor forma. Mi mayor punto de lucidez y creatividad inicia en horas de la tarde, sin embargo, cuando anochece, aunque mi cerebro está en su máximo potencial, mi cuerpo empieza a sentir el cansancio de la madrugada. Es claro que debemos sincronizar nuestras actividades tanto físicas como mentales con nuestro reloj interno para ser más saludables y productivos.


Sí a la mayoría de las personas, de todas las edades, nos cuesta levantarnos cuando aún ni siquiera ha salido el sol ¿Porqué seguimos creyendo que esa es la hora adecuada de levantarnos? ¿En cuántas ocasiones decimos que la naturaleza es sabia y que debemos escuchar lo que nuestro cuerpo nos quiere decir? Si nuestra naturaleza estuviera diseñada para levantarnos a las 5:00 a.m. tengan la seguridad de que no nos costaría tanto hacerlo. No tendríamos que colocar una alarma para que suene 2 o 3 veces más, con 10 minutos de diferencia. No estaríamos semana tras semana esperando con ansias el fin de semana o las vacaciones para poder dormir solo un poco más. Es una realidad. Nuestros cuerpos nos están diciendo a gritos que ese no es el deber ser. ¿Qué más señal necesitamos para que cambiemos ese paradigma?


Pero si aún no están convencidos de mi razón lógica que demuestra que estamos equivocados y que para mi son más que suficientes, también tengo razones científicas. En los descubrimientos relacionados al reloj interno y al ritmo circadiano, hechos en 1984, por tres científicos estadounidenses (Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young), y por los cuales se ganaron el premio Nobel de Medicina este año, nos indican que nuestro cuerpo empieza el proceso de despertar con la llegada de la luz solar a nuestros ojos, a eso de las 6:00 a.m.

Generalmente este proceso se demora hora y media, hasta que se da la parada de la secreción de melatonina, aproximadamente a las 7:30am. A esta hora, de acuerdo a nuestra naturaleza, estamos listos para levantarnos.


Nosotros estamos forzando a nuestro cuerpo a levantarnos sin que la luz del sol cumpla con su trabajo y peor aún, sin que se cumpla el proceso al ritmo que lo requiere nuestro cuerpo. De ahí que nos cueste tanto ponernos de pie y que cuando suena nuestro despertador, nuestro cuerpo insista en dormir 5 minutos más. Haciendo más crítica la situación, hay estudios que demuestran que, en la adolescencia, el reloj biológico se comporta diferente y que por eso nuestros chicos se quedan despiertos hasta altas horas de la noche. Lo que nosotros llamamos rebeldía, es un tema fisiológico. Al no poderlo evitar y al exigirles estudiar desde muy temprano, estamos afectando su salud y su capacidad de aprendizaje, puesto que no duermen la cantidad de horas que son requeridas por sus cuerpos.

Se que algunos de los lectores estarán pensando que no es su caso y tienen toda la razón. El reloj interno difiere para cada persona dentro de un margen aceptable del ritmo circadiano y no faltan los que tienen un trastorno de sueño que son las excepciones que existen para cada ley. Pero si lo ven desde el un punto de vista del 80/20 de la ley de pareto. Estamos siguiendo un paradigma con lo que es normal para el 20% de las personas, afectando al 80% de la sociedad.


¿Hasta cuándo vamos a seguir yendo en contra de la naturaleza? La buena noticia es que si hay esperanza de un cambio que se está dando paulatinamente. La implementación del teletrabajo, horarios flexibles y otras modalidades laborales son muestra de esto. Sin embargo, todavía no veo nada que me dé una esperanza de que a nivel de educación se esté trabajando en por lo menos hacer un análisis al respecto. Ojalá me equivoque y se vean cambios a corto plazo.


Termino esta entrada a las 9:25pm, hora en que me fluye mucho más fácil la inspiración, de acuerdo a mi reloj interno.


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